El 1 de junio, Bogotá fue testigo de una noche sublime y profundamente emotiva con la presentación de Lacrimosa en el Auditorio Mayor CUN. La agrupación alemana ofreció un concierto cargado de teatralidad, fuerza escénica y conexión emocional con su público, dejando claro por qué sigue siendo un pilar del metal gótico a nivel mundial.
Desde el inicio, la noche prometía ser especial. La banda Rhyme of Tears, de Bogotá, abrió con una propuesta cargada de sensibilidad y técnica, perfecta antesala para el acto principal. Su atmósfera oscura y elegante conquistó al público desde los primeros acordes.
Cuando Lacrimosa subió al escenario, el Auditorio se transformó en un templo donde se celebró el dolor, la belleza y la oscuridad. Tilo Wolff y Anne Nurmi, junto a su banda, ofrecieron un espectáculo majestuoso. El setlist recorrió diferentes etapas de su discografía, iniciando con Avalon y pasando por piezas como Lichtgestalt, Alleine zu zweit, Dark Is This Night y Vermächtnis der Sonne. Cada canción fue interpretada con una energía conmovedora y una puesta en escena que combinaba lo teatral con lo íntimo.
Uno de los momentos más intensos fue Schakal, que provocó una ovación ensordece
dora, y el cierre con Copycat, que se sintió como una catarsis compartida entre banda y público. La interpretación de Not Every Pain Hurts, Ich verlasse heut’ dein Herz y Daughter of Coldness demostró la maestría de la agrupación para equilibrar lo visceral y lo melódico.
La calidad del sonido fue impecable y la iluminación potenció cada momento dramático del show. Fue evidente el virtuosismo de los músicos y la compenetración total entre ellos, pero fue Tilo quien se llevó todas las miradas: un frontman magnético, sensible, poderoso. Bogotá respondió con emoción, respeto y entrega total.
Lacrimosa no ofreció un simple concierto: brindó una experiencia, un viaje introspectivo, un reencuentro con lo más profundo del alma. Fue una noche que quedará en la memoria de quienes aman la música como arte, como consuelo, como ritual. Porque en la oscuridad también se encuentra luz. Y Bogotá la abrazó con el corazón abierto.
Fotos: Jorge Alberto Caro Vargas